En un giro digno de una comedia de Almodóvar, el incombustible José Luis Ábalos, exministro de Transportes, exsherpa de Pedro Sánchez y actual mártir de las intrigas políticas, ha decidido dar un volantazo a su vida y apoyar la propuesta del PSOE para prohibir la prostitución. ¿El motivo? No, no es un súbito ataque de moralidad victoriana ni una epifanía en el confesionario. Según fuentes cercanas (o sea, el primo de un amigo que conoce a un bedel del Congreso), Ábalos está hasta el moño de todo, y no es el único. Al parecer, el mismísimo Pedro Sánchez, nuestro presidente de sonrisa imperturbable, también está agotado. Y no es para menos: ser yerno del dueño de un puticlub y esposo de una contable debe ser un trabalenguas emocional que ni Freud podría desentrañar.
José Luis Ábalos, ese hombre que parecía tallado en granito valenciano, con su flequillo indomable y su capacidad para sobrevivir a escándalos que harían dimitir a un santo, ha decidido que ya basta. “Estoy agotado, chicos”, habría confesado en un bar de Chueca mientras pedía un cortado descafeinado (¡descafeinado, señores, que el hombre ya no aguanta ni un Red Bull!). Entre el caso Koldo, las maletas de Delcy Rodríguez y las pullitas de sus excompañeros del PSOE, Ábalos ha encontrado su nuevo propósito en la vida: apoyar la cruzada socialista contra la prostitución. “Si el PSOE dice que hay que prohibirla, pues yo voto que sí. Total, ya no me invitan ni a los saraos del partido, ¿qué más da?”, habría soltado con ese tono de quien ha visto demasiadas temporadas de House of Cards.
Pero no nos engañemos: esto no es una conversión al puritanismo. Es puro cansancio existencial. Ábalos, que en sus días de gloria parecía capaz de asfaltar el Sáhara sin despeinarse, ahora solo quiere paz. Y si eso significa alinearse con la propuesta del PSOE de erradicar el oficio más antiguo del mundo, pues que así sea. “Además”, añadió con un guiño sarcástico, “si prohíben la prostitución, a ver si por fin me dejan de preguntar por las mascarillas y los contratos raros. ¡Que ya no doy abasto!”
Y luego está Pedro Sánchez, el hombre que ha hecho del arte de sobrevivir una asignatura de doctorado. Según los rumores que corren por los pasillos de Moncloa (y por los grupos de WhatsApp de las señoras del barrio), Sánchez también está al borde del colapso. No porque gobernar España sea como intentar pastorear gatos en un huracán, no. Su drama es más… personal. Resulta que nuestro presidente es yerno del dueño de un puticlub y esposo de una contable que, según las malas lenguas, podría calcular el IVA de un chiringuito en Benidorm con los ojos cerrados. ¿Cómo lidiar con semejante culebrón familiar? Fácil: apoyando la prohibición de la prostitución para que nadie le saque el tema en la cena de Navidad.
“Pedro está agotado”, nos cuenta un asesor anónimo mientras se come un pincho de tortilla en un bar de Lavapiés. “Imagínate: cada vez que va a casa le toca esquivar conversaciones sobre ‘el negocio’. Y luego llega a casa y Begoña le suelta un ‘cari, he revisado las cuentas, pero no me cuadran los gastos de las luces de neón’. ¡Es demasiado para un hombre que ya tiene que lidiar con Feijóo, Yolanda Díaz y los memes de internet!”. Así que, en un acto de pura desesperación, Sánchez habría dado luz verde a la propuesta del PSOE para prohibir la prostitución. “Si no hay puticlubs, no hay problemas familiares. Es matemático”, concluye el asesor con una risita.
El PSOE, siempre a la vanguardia de las causas que dan titulares, ha decidido que la prostitución es el enemigo público número uno. Olvídense de la crisis energética, la inflación o el hecho de que media España sigue sin entender cómo funciona Bizum. No, lo importante es prohibir algo que lleva siglos funcionando, porque nada grita “progresismo” como una buena dosis de moralina. Y Ábalos, en su infinita sabiduría (o infinito hastío), ha decidido subirse al carro. “Mira, si el partido quiere prohibir algo, que prohíban la prostitución. Total, yo ya no tengo ni fuerzas para discutir”, habría dicho mientras se pedía otro descafeinado.
Por supuesto, no faltan los críticos. “Es una hipocresía monumental”, brama un tertuliano en un programa de radio que nadie escucha. “¡El PSOE quiere prohibir la prostitución mientras Sánchez es yerno de un empresario del sector! ¿Y qué pasa con las trabajadoras sexuales? ¿Las van a mandar a un curso del SEPE para aprender a programar en Python?”. Pero estas voces se pierden en el ruido de fondo, porque en España, la coherencia es un lujo que nadie se puede permitir.
¿Y nosotros? Nosotros seguiremos viendo este espectáculo con una mezcla de fascinación y resignación, porque en España, la política no es una ciencia: es un vodevil. Y mientras Ábalos pide otro descafeinado y Sánchez intenta cuadrar las cuentas de su vida, solo nos queda una certeza: prohíban o no la prostitución, el verdadero puticlub es el circo político en el que todos vivimos.