En la villa de Madrid,
donde el chisme siempre es lid,
surge un tal Koldo, parlanchín,
con audios que van sin fin.
Sus palabras, cual torrente,
inundan la Corte, ¡qué ambiente!
Y aunque el escándalo es sonado,
Sánchez sigue, ¡vaya agraciado!
Oh, Koldo, de lengua suelta,
tu voz en grabaciones revuelta,
hablas de contratos, de favores,
de dineros con mil colores.
En cada audio, un nuevo enredo,
pareces Quevedo, pero sin credo.
Mas Pedro, el jefe, puro y santo,
se escapa del fango sin quebranto.
¿Cuántos audios, por los cielos?
¿Mil, dos mil, o un millar de anhelos?
En cada uno, un trapo sucio,
un negocio turbio, un beneficio.
Pero Sánchez, con su risa fina,
pasea en La Moncloa, ¡qué disciplina!
Ni un roce, ni un papel lo toca,
es de teflón, ¡qué gran roca!
En Dos Hermanas, su amigo Salazar,
dicen que cobró sin trabajar.
Y Koldo, con su verbo florido,
teje una red de todo lo oído.
Mas Pedro, cual cisne en el estanque,
flota sereno, sin mancha que lo abanque.
¿Es magia, es suerte, o un pacto arcano?
¡Nadie lo pilla, ni con la mano!
Oh, audios que el viento lleva,
cada uno con su nueva prueba,
hablan de Ábalos, de tratos raros,
de mascarillas y dineros caros.
Pero el presidente, con su porte,
se ríe del ruido, ¡qué gran corte!
Es intocable, es un prodigio,
un Houdini del chisme y el litigio.
La Guardia Civil, con lupa fina,
busca en el fango la pista divina.
Vox y el PP, con sus alaridos,
gritan: «¡Corrupto!», mas están perdidos.
Porque Sánchez, con su capa y espada,
esquiva el escándalo, ¡nada lo enfada!
Es el rey del limbo, el gran malabar,
ni un audio de Koldo lo puede alcanzar.
Así, en esta España de dimes y diretes,
de audios sin fin y mil secretitos,
Koldo habla y habla, su voz no se agota,
pero Pedro, ¡oh Pedro!, ni una gota.
Que siga la danza, que suene el tam-tam,
Sánchez se ríe, ¡qué gran truhan!
Y mientras el vulgo se pierde en la trama,
él reina en su trono, sin mancha ni drama.