¡Atención, alarmistas del clima y fans de las predicciones apocalípticas! El bueno de Bill Gates, ese señor que inventó Windows (o al menos lo vendió como si lo hubiera hecho), ha tenido una epifanía digna de un episodio de The Office: el fin del mundo por calentamiento global no es tan rentable como fingir que lo es. Sí, el mismo Gates que en 2021 nos regaló el tocho How to Avoid a Climate Disaster –donde juraba que teníamos menos de 30 años para salvarnos o nos convertiríamos en extras de Mad Max– ahora dice: «Eh, tranquilos, la humanidad no se extingue. Solo sudaremos un poquito más». ¿Cambio de corazón? ¡Ja! Más bien cambio de cartera. Porque cuando el dinero público se evapora como un glaciar en verano, hasta el filántropo más verde se pone a oler las oportunidades privadas.
La escena: Gates, en su mansión de palacios flotantes (o lo que sea que tenga en Seattle), revisando las cuentas de su Breakthrough Energy Ventures (BEV). En marzo de 2025, esta «organización climática» que él mismo fundó –y que ha invertido miles de millones en startups de energías limpias– anuncia recortes masivos: despidos en la división europea, el equipo de políticas públicas en EE.UU. y casi todos los que negociaban con ONGs verdes. ¿Por qué? Porque Donald Trump, recién reelegido, decidió que el cambio climático es un «engaño chino» y cortó los fondos federales que regaban este oasis verde. USAID, adiós a tus 8.000 millones anuales para «ayuda internacional» que, casualmente, beneficiaban a proyectos de BEV. ¡Pum! De la noche a la mañana, el apocalipsis deja de ser un negocio de oro. El giro de 180 grados: Gates pasa de «¡No hay plan B, colapsamos en 2030!» a «La gente vivirá normalita, solo con más ventiladores». Investigación sugiere que esto coincide con la pérdida de subsidios públicos bajo Trump, no con una súbita iluminación espiritual.
El negocio detrás del pánico: BEV ha invertido en más de 100 startups de «tecnología verde» (baterías, fusión nuclear, biofuels), pero dependía de campañas apocalípticas para presionar gobiernos. Sin ellas, pivot a inversión privada: ¡adiós ONGs, hola accionistas felices! Contexto político: No solo Trump; el auge de derechas en Occidente (y políticas verdes que encarecen la luz a las clases medias) acelera el cambio. La evidencia apunta a que Gates, el «rey de la adaptación tecnológica», olfatea rentas en aire acondicionado masivo, no en vientos solares.
Recordad 2021: Gates, con su libro de 272 páginas (¡gracias por el insomnio, Bill!), nos vendía el terror como terapia. «¡Emisiones cero o adiós mundo!» Ahora, en su memo de octubre 2025 –justo antes de la COP30 en Brasil–, admite: «El cambio climático es serio, pero no acabará con la civilización. La gente prosperará en la mayoría de sitios». ¿Progreso científico? ¡No! Es que con Trump cortando fondos, el pánico ya no genera cheques. En su entrevista con CNN, Gates niega un «reverso»: «No es cambio, es realismo». Claro, como decir que tu dieta Atkins falló porque «las patatas son más honestas».
Y no es solo retórica. En mayo 2025, Gates anunció el cierre gradual de la Gates Foundation (¡billones invertidos en clima!), priorizando «adaptación» para agricultores pobres. Traducción: invertir en tech que resista el calor, no en parar el calentamiento. Porque, como dice en su ensayo, «cada décimo de grado evitado ayuda, pero un clima estable es para flojos; mejor enfócate en malaria y pobreza». ¡Empático, Bill! Mientras, sus críticos gritan: «¡El sufrimiento que mencionas es CAUSADO por el clima!»
Fundada en 2015, BEV era el brazo «heroico» de Gates: 2.000 millones iniciales en startups de bajo carbono, con socios como Jeff Bezos y Michael Bloomberg. Pero en marzo 2025, ¡zas! Desmantelan la política pública en EE.UU. (la más cara), Europa entera y partnerships con ONGs. Razón oficial: «No impactaremos en Washington con Trump». Razón real: adiós subsidios, hola pivot a «Catalyst» y «Ventures» –fondos privados de 839 millones para fusión nuclear y captura de carbono.
Es como si tu startup de veganos cerrara la rama de «salvar ballenas» porque el gobierno prefiere hamburguesas. Gates lo justifica: «El sector público se fue; ahora, innovación privada». Pero analistas como los de The New York Times lo ven como reverso: de lobby verde a especulación tech. Y mientras, TerraPower (su nuclear) consigue aprobaciones federales… ¿coincidencia?
Aquí viene lo jugoso: Gates no es un villano de cómic (aunque con 122.000 millones, podría financiarlo). Es el arquetipo del caradura filantrópico: usa su aura de «héroe de la vacuna» para vender humo verde. El mundo, inocente como un cachorro, cree que su «desastre climático» era altruismo puro. ¡Ja! Era negocio: presionar gobiernos para subsidios que nutrían BEV. Ahora, con derechas ganando (y facturas de luz subiendo para el 99%), Gates pivota: «¡Adaptación tecnológica!» –léase: venderos aires acondicionados nucleares patentados por él.






































