Qué tiempos tan duros corren para nuestros queridos miembros del gobierno de Sánchez. No, no me refiero a la ardua tarea de gestionar un país con la precisión de un mono borracho manejando una excavadora. Me refiero a algo mucho más grave: ¡el acoso despiadado de los malvados pseudomedios de desinformación de extrema derecha! Esos villanos sin escrúpulos que, armados con sus teclados y un acceso precario a internet, se atreven a cuestionar a nuestros intachables líderes. ¡Qué desfachatez!
Mientras tanto, los sufridos paladines de la democracia, con lágrimas en los ojos y el peso de la nación sobre sus hombros, tienen que lidiar con el estrés de ser señalados por esos desinformadores que no entienden lo complicado que es repartir los impuestos que nos arrancan del bolsillo con la delicadeza de un carterista en hora punta. Porque, claro, gestionar el dinero público es un arte: hay que asegurarse de que las subvenciones millonarias lleguen a los grandes medios de comunicación, esos faros de la verdad que nunca, jamás, se atreverían a morder la mano que les da de comer. ¿Crítica? ¡Por favor! Eso es cosa de los pseudomedios, que no tienen la decencia de aceptar un cheque generoso para mirar hacia otro lado.
Y luego está TVE, la joya de la corona, el bastión de la objetividad donde cada informativo es una oda a la transparencia. ¿Quién necesita pseudomedios cuando tienes una televisión pública que, casualmente, siempre parece estar en perfecta sintonía con el guion gubernamental? Esos extremistas de derecha seguro que no entienden el esfuerzo titánico que supone mantener una redacción bien engrasada con el presupuesto de todos. ¡Qué ingratitud!
Pero tranquilos, que nuestros gobernantes no se rinden. Entre reunión y reunión para decidir cómo exprimir un poco más a la plebe, encuentran tiempo para denunciar el acoso de esos trolls digitales que se atreven a publicar titulares sin su sello de aprobación. Porque, ¿qué es un gobierno sin control sobre la narrativa? ¡Un caos! Menos mal que tienen a los grandes medios, esos aliados fieles que, gracias a las generosas inyecciones de fondos públicos, saben cuál es su lugar en esta bonita coreografía.
Así que, ciudadanos, dejemos de quejarnos por los impuestos, los recortes o la inflación. Nuestros líderes están demasiado ocupados defendiéndose de los pseudomedios y asegurándose de que la verdad oficial llegue a cada rincón del país. Y si para eso hay que desviar unos milloncejos a los medios amigos, ¿quiénes somos nosotros para juzgar? Al fin y al cabo, mientras ellos lloran por el acoso, nosotros solo tenemos que seguir pagando la fiesta. ¡Viva la democracia!