De la tragedia sucedida en Valencia el pasado día 29 de octubre se pueden sacar muchas enseñanzas y muchas conclusiones. La primera es que ni Pedro Sánchez, ni Carlos Mazón, ni Teresa Ribera desembalsan millones de m3 de agua sin avisar, son los funcionarios responsables de las confederaciones los que lo hacen. Pueden que los citados anteriormente lo ordenen, pero quien cumple esa orden poniendo la mano donde no debe es un funcionario que, probablemente, sea uno de los muchos que se quejan porque dicen ganar muy poco.
La segunda es que, a pesar de que digan que habrían estado allí desde el primer minuto y cosas similares, los militares, bomberos, miembros de Protección Civil y demás miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no han acudido a socorrer a las víctimas, aunque se escuden en cumplir órdenes. La realidad es que tampoco se esperaba que acudieran ni Sánchez, ni Mazón, ni Teresa Ribera, se esperaba que acudieran ellos y no lo hicieron escudándose en cumplir unas órdenes ilegales, injustas e inhumanas. La realidad sigue siendo que, pasados ya más de 40 días, siguen haciéndolo.
La tercera es que todos aquellos policías, guardias civiles y militares que están poniendo todo tipo de trabas a los voluntarios civiles también son ellos en primera persona los que cumplen las mismas órdenes que hemos citado anteriormente. Es ya injustificable el empeño que ponen en cumplir órdenes de quienes les firman las nóminas, tal y como hicieron en la farsemia. Aquí ya no valen excusas.
La cuarta es que la mayor parte de las zonas afectadas siguen enfangadas después de tantos días, sin que la poca ayuda estatal parezca tener demasiado interés en solucionarlo. De nuevo, los funcionarios y esa obediencia debida tan injustificada.
La quinta es que los valencianos y todos los españoles podemos estar muy tranquilos porque lo primero es lo primero: Pedro «está bien».