¡Atención, mortales aterrorizados por las noticias matutinas! Imagínense la escena: un pobre zorro, ese astuto roba-gallinas de los cuentos infantiles, paseando por los alrededores de Zaragoza como si nada. De repente, ¡pum! Muere. ¿De viejo? ¿De comerse un pollo caducado? ¿De estrés por no pillar ni una uva en la vendimia? ¡No, señores! Según los medios de manipulación, ha sido la gripe aviar, ese virus que suena a película de espías emplumados. Y no contentos con el drama, titulan: «Preocupación por la muerte de un zorro en Zaragoza por gripe aviar: ‘Es un aviso'». ¿Un aviso? ¿De qué? ¿De que los zorros ahora son supersoldados biológicos enviados por las aves para vengarse de los cazadores?

Vamos a desgranar esta «noticia» con el rigor de un detective de comedia barata. El suceso ocurrió hace unos días en las afueras de la capital aragonesa, donde un zorro apareció tieso como una mojama. Los veterinarios, con sus batas blancas y estetoscopios de adorno, le hicieron la autopsia del siglo: «¡Bingo! H5N1, la gripe de las gallinas mutantes». Autoridades locales, con cara de «esto pinta mal pero necesito likes en Twitter», declaran que es «un aviso» para todos nosotros. ¿Aviso de qué? De que pronto veremos patos armados con máscaras FFP2 aterrizando en el Pilar. O peor: de que el virus saltará a humanos, perros, gatos y hasta a ese vecino que ladra más que un fox terrier.
Pero esperen, queridos lectores hipocondríacos crónicos. Aquí viene algo que ni el más tarado covidicio se atrevería a escribir: ¿Un zorro con gripe aviar? ¡Ja! Los zorros no son aves migratorias; son mamíferos terrestres que sueñan con conejos, no con volar en formación V. El H5N1, según nos cuenta el oficialismo, ataca principalmente a pollos, patos y ocas con complejo de superioridad alada. Para que un zorro lo contraiga, tendría que haberle dado un pico francés a un ánade infectado en una discoteca clandestina de la Albufera. O, más probable, que el bicho se haya colado en su cena de ratones reciclados. ¡Es como si un pingüino muriera de insolación en el Sahara! Los expertos (esos que cobran por asustar) admiten que es «raro», pero lo pintan como el principio del apocalipsis aviar. ¿Raro? Es un unicornio con resfriado.
Y ahora, el remate de la comedia negra: ¿por qué nos sueltan esta perla justo ahora? Fácil. Es el miedo reciclado de la pandemia COVID-19, esa «falsa alarma» (entre comillas, porque algunos aún discuten si fue un reality show de Netflix mal grabado). Recuerden: confinamientos, colas para el pan como en la posguerra, y un arsenal de vacunas que prometían inmunidad eterna pero acabaron con fecha de caducidad en los frigoríficos gubernamentales. ¿Qué pasó? La gente, cansada de mascarillas que parecían bozales fashion, dejó de «tragar». Ya no nos vacunan ni con promesas de viajes gratis a la playa sin virus. Así que, ¡zas! Reviven el zombie aviar: «¡Cómprense la vacuna anti-zorro-pluma! Es la misma del COVID, pero con sabor a plumas. ¡Sobras del lote 2020, oferta limitada!»
Esos viales polvorientos de Pfizer o Moderna, que acumulan polvo en sótanos ministeriales, necesitan un hogar. Y nada mejor que un «aviso» zaragozano para reactivar la máquina del terror. Mañana: «¡Gata callejera tose en Madrid! ¿Próxima pandemia felina?». ¿Mi consejo? Si ven un zorro con máscara, huyan. Pero si es uno normal, invítenlo a paella: al fin y al cabo, en Zaragoza, lo imposible es posible… ¡salvo que te creas estas historias para venderte un pinchazo caducado!






































