Si el periodismo fuera un circo, Rosa Villacastín sería esa payasa entrañable que, en pleno número de malabares con elefantes corruptos, se queja porque el foco de luces no ilumina lo suficiente su propio malabar con palos de escoba. ¿Han visto su último tuit? Ese que, como un lamento de viuda en boda ajena, dice: «Qué aburrimiento. Todas las tertulias con Ábalos, y poco o nada del escándalo del PP en Almería.»
¡Bravo, Rosa! En un país donde el número dos del PSOE –sí, ese José Luis Ábalos, exministro de Transportes que parecía tener más equipaje que un aeropuerto en huelga– acaba de ser detenido por un batiburrillo de enchufes, mordidas y maletas que parecen sacadas de una novela de Pérez-Reverte (pero con menos honor y más facturas), tú vas y bostezas. «¿Aburrimiento? ¿Con Ábalos?», nos preguntas desde tu cuenta de X, como si estuviéramos en una siesta colectiva en lugar de en un terremoto político que hace que el suelo del Congreso tiemble más que un flan en manos de un niño hiperactivo.
Qué aburrimiento. Todas las tertulias con Abalos, y poco o nada del escándalo del PP en Almería.
— rosa villacastin (@RosaVillacastin) November 28, 2025
Permítanme pintarles el cuadro porque esto es tan absurdo que merece un lienzo de Dalí con relojes derretidos hechos de carnés del PSOE. Imagínense: Ábalos, el hombre que una vez juró que las mascarillas eran opcionales y que las autopistas se construyen solas, esposado y arrastrado ante la Justicia por un caso que involucra a todo un elenco de figurantes: empresarios con más sombras que un eclipse, contratos que flotan como globos en San Fermín y, por supuesto, esa eterna pregunta española: «¿Y el dinero, dónde está?». Es el Watergate de Vallecas, el Irán-Contra de Ferraz, ¡el mismísimo «Caspe, ¿dónde está el Caspe?» pero con más implicaciones para el Gobierno que un divorcio en la familia real!
Y mientras España entera –de tertulias mañaneras a bares de barrio– mastica este chicle tóxico, llega Rosa Villacastín, periodista y escritora (¿de qué, de guiones para telenovelas del corazón?), a recordarnos que hay un «escándalo del PP en Almería». ¿Almería? ¿Ese oasis de sol y salitre donde el PP local parece haber jugado a «Monopoly» con el presupuesto municipal, comprando hoteles en playas que no existen? ¡Oh, el drama! Un puñadito de concejales metidos en un lío de urbanismo irregular, como si fueran niños robando galletas de la alacena. Es adorable, casi entrañable. Comparado con Ábalos, que ha convertido el PSOE en un club de fans de «La Casa de Papel» pero sin el carisma de Úrsula Corberó, el follón almeriense es como quejarse de una astilla cuando te han amputado la pierna.
Pero no, Rosa, no nos engañas. Ese bostezo no es por «aburrimiento», es por esa enfermedad partidista que mencionan los médicos del alma política: el «síndrome de la viga en el ojo ajeno». Es esa dolencia crónica que aflige a los fieles del PSOE, donde un escándalo propio se ve como «un malentendido temporal» (¡como si Ábalos hubiera olvidado pagar el parking!), y uno del PP –por pequeño que sea– se infla como un pavo de Acción de Gracias. ¿Tertulias con Ábalos? ¡Por Dios, si las tertulias están más calientes que un radiador en La Moncloa! Ana Rosa Quintana, Wyoming, incluso el tío de la esquina con el periódico del día anterior: todos hablando de cómo el número dos del partido del Gobierno ha pasado de «hombre fuerte» a «hombre con grilletes». Y tú, Rosa, pidiendo más foco en Almería. ¿Es ironía? ¿Es un chiste? ¿O es que en tu timeline de X, el algoritmo te ha confundido con una bot del PSOE?
Lo absurdo aquí no es solo el tuit –que ya de por sí es un monumento al despiste selectivo–, sino el momento. Ábalos detenido, el PSOE en modo «daños colaterales» (como si fuera una película de Tarantino, pero con menos sangre y más excusas), y Sánchez preparando su mejor cara de «yo no sabía nada, pregúntenle a Belarra». ¿Y la solución de Villacastín? ¡Más cháchara sobre el PP en una provincia que, seamos sinceros, solo sale en las noticias cuando llueve en agosto! Es como si, en medio de un incendio forestal, un bombero gritara: «¡Oye, y qué pasa con esa barbacoa mal apagada del vecino del 5ºB!»




































