En España, las encuestas políticas son como el horóscopo de tu periódico favorito: todo el mundo las lee, pocos las creen, pero siempre generan conversación en el bar. Cada semana, un nuevo sondeo aparece con la precisión de un meteorólogo prediciendo el tiempo en Galicia: “¡PP y VOX arrasan!”, proclaman los titulares, mientras los partidos beneficiados, con una mezcla de humildad fingida y silencio estratégico, se limitan a mirar al horizonte como si ya estuvieran posando para el retrato oficial en Moncloa. Pero, ¿qué pasa con las múltiples irregularidades electorales denunciadas desde que Pedro Sánchez se instaló en la presidencia? Sobre eso, PP y VOX, los grandes “ganadores” de las encuestas, parecen haber hecho un máster en el arte de mirar para otro lado.
Hagamos un repaso. Las encuestas, esas joyas estadísticas, son el equivalente moderno de las profecías de Nostradamus. Con un margen de error que parece calculado con una calculadora de juguete, nos dicen que VOX subirá un 3,2% en intención de voto en Cuenca, pero que bajará un 1,7% en Badajoz si llueve el día de las elecciones. Todo esto, claro, basado en una muestra de 500 personas que contestaron el teléfono fijo un martes a las 3 de la tarde, porque, como todos sabemos, ese es el perfil exacto del votante medio español. ¿Y quién paga estas encuestas? Bueno, eso es como preguntar quién financia el café del bar: todos sospechamos, pero nadie lo dice en voz alta.
Mientras tanto, las denuncias de irregularidades electorales se acumulan como facturas sin pagar. Desde 2018, con Pedro Sánchez al timón, hemos oído de todo: votos por correo que parecen materializarse de la nada, mesas electorales con más suspense que una película de Hitchcock, y recuentos que desafían las leyes de la aritmética básica. ¿Y qué dicen PP y VOX, esos partidos que, según las encuestas, están a punto de conquistar España como si fueran los Reyes Católicos en versión 2.0? Nada. Silencio absoluto. Es como si hubieran decidido que las irregularidades son un tema menor, como el precio del pan. “¿Votos dudosos? ¿Mesas sospechosas? Bah, detalles. ¡Mira, otra encuesta nos da un escaño más en Albacete!”.
La ironía es tan densa que podrías cortarla con un cuchillo de mantequilla. PP y VOX, que se presentan como los paladines de la transparencia y la justicia, parecen haber desarrollado una alergia repentina a hablar de fraudes electorales. Quizás es porque las encuestas les pintan un futuro tan brillante que no quieren estropearlo con algo tan incómodo como pedir que se investiguen los comicios. O tal vez es que, en el fondo, saben que las encuestas son como los espejos de los parques de atracciones: te hacen ver lo que quieres, pero la realidad siempre es un poco más… torcida.
Y mientras tanto, los españoles seguimos aquí, atrapados entre encuestas que nos dicen lo que vamos a votar antes de que lo decidamos y un sistema electoral que parece diseñado por un guionista de comedia. ¿La solución? Quizás deberíamos empezar a votar según las encuestas del horóscopo: “Leo, esta semana apoyarás a un partido de centro-derecha; Libra, cuidado con los votos por correo”. Al menos, sería igual de fiable y mucho más entretenido.