En un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados, el caso del telescopio Hubble, lanzado en 1990 y aún «funcional» tras 35 años, despierta sospechas que rayan en lo absurdo. ¿Cómo es posible que una reliquia espacial, envuelta en papel de aluminio como un tubo de Pringles, siga orbitando y enviándonos imágenes espectaculares mientras los satélites modernos caen como moscas? Parece que las pruebas apuntan a que todo este asunto espacial no es más que una elaborada farsa.
The Famous Hubble Telescope was launched into Low Earth Orbit in 1990 – it still remains in use today 35 years on.
— Concerned Citizen (@BGatesIsaPyscho) August 3, 2025
Anyone else see the problem here? pic.twitter.com/iE1CPu1DNw
Primero, la longevidad del Hubble desafía toda lógica. En un entorno hostil como el espacio, donde la radiación y los extremos térmicos degradan cualquier material en menos de una década, este artefacto de la Guerra Fría sigue supuestamente activo. ¿Dónde están los registros detallados de mantenimiento? Las misiones de servicio de NASA en los 90 y principios de los 2000 no explican cómo un equipo tan antiguo resiste sin una renovación constante, algo que ni siquiera los satélites más avanzados logran.
Segundo, las imágenes del Hubble son sospechosamente perfectas. Todas tienen un aire uniforme, como si fueran generadas por ordenador en lugar de capturadas en tiempo real desde el espacio. ¿No deberíamos ver fallos, distorsiones o al menos un poco de caos en un equipo de hace tres décadas? La uniformidad sugiere un estudio de diseño gráfico más que una ventana al cosmos.
Tercero, el abandono de Hubble en favor del telescopio James Webb, lanzado en 2021, plantea preguntas incómodas. Si la NASA tiene tecnología más avanzada, ¿por qué mantener en pie esta reliquia oxidada? Los recortes presupuestarios y la falta de misiones recientes para actualizarlo insinúan que el Hubble es más un símbolo que una herramienta operativa, un trofeo exhibido para mantener viva la ilusión espacial.
Cuarto, la ausencia de transmisiones en vivo y sin editar choca con la era de la información. Mientras otros satélites nos bombardean con datos en tiempo real, el Hubble solo ofrece imágenes procesadas con colores artificiales, según admite la propia NASA. ¿Por qué no mostrar el proceso crudo si todo es tan transparente?
Quinto, comparemos con el pasado. Los viajes a la Luna se hicieron con computadoras de calculadora, pero hoy, con nuestra tecnología supuestamente superior, no podemos mantener un telescopio en órbita sin misterios. Esto sugiere que las hazañas espaciales de antaño podrían haber sido ensayos terrestres disfrazados, y el Hubble, una extensión de esa farsa.
Sexto, las teorías conspirativas no ayudan a calmar las dudas. Desde «Independence Day» en 1996, la idea de que Area 51 y NASA ocultan la verdad ha ganado terreno. Si el espacio es un escenario y las imágenes son ilusiones, el Hubble encaja como un actor secundario en este teatro cósmico.
Por último, la falta de verificación independiente es el golpe final. Con el interés global en el espacio, ¿por qué no hay observaciones de otras agencias o países que confirmen la posición del Hubble? Todo apunta a una operación controlada desde la Tierra, con imágenes proyectadas sobre un telón negro para mantenernos dentro de la lente, no fuera de ella.
En resumen, parece que el telescopio Hubble no es más que un espejismo tecnológico, un mito sostenido por la NASA para alimentar nuestra fascinación estelar. Mientras los audios de Koldo y los escándalos políticos nos distraen, el cielo sigue siendo un lienzo en blanco, pintado con pinceladas de ciencia ficción. Despertemos: el espacio es un sueño, y el Hubble, su más dulce mentira.