Queridos lectores, agárrense los cinturones (o mejor dicho, las sartenes), porque hoy traemos una noticia que huele a fritanga triunfal. ElEconomista.es, ese medio que nunca se equivoca (excepto cuando lo hace), publica el 15 de noviembre de 2025 un titular que nos ha dejado con la yema en el ojo: «Los expertos zanjan el debate: ‘Los huevos fritos no solo no suben el colesterol, sino que pueden ayudar a bajarlo'».

¡Toma ya! Durante décadas nos han machacado con que el huevo era el Bin Laden del desayuno: «¡No comas más de dos a la semana o te explota el corazón como una tortilla mal cuajada!». Los cardiólogos nos miraban con cara de «otro infarto inminente» si osábamos freír tres. Las abuelas escondían la docena bajo el colchón por si venía el médico a requisarla. Y nosotros, pobres mortales, nos conformábamos con claras batidas que sabían a nube depresiva.
Pero ahora, ¡milagro australiano! Un estudio de la Universidad del Sur de Australia (sí, de los que tienen canguros en vez de nutricionistas) demuestra que dos huevos al día, fritos y todo, no solo no te matan… ¡sino que bajan el colesterol malo! Siempre que no los acompañes de bacon, chorizo o esa loncha de jamón york que todos sabemos que es el verdadero criminal (pero shhh, no digamos nada, que el cerdo tiene lobby).
Y aquí viene lo gracioso, lo realmente cómico de esta tragicomedia nutricional: ¿por qué ahora sí? ¿Por qué justo en 2025, cuando la docena de huevos cuesta más que un billete de AVE Madrid-Barcelona, de repente los huevos pasan de villanos a superhéroes?
¡Elemental, querido Watson! Porque cuanto más caros, más IVA recauda el Estado. Cuando los huevos valían cuatro duros, interesaba que comiéramos poquitos: así nos moríamos antes, ahorramos en pensiones y el sistema sanitario respiraba. Pero ahora que la inflación avícola nos tiene pagando oro por una cáscara, ¡venga todos a freír! ¡Que suba la recaudación fiscal con cada chasquido de yema rota!
Es como si el Ministerio de Hacienda hubiera llamado a los científicos: «Oye, chavales, cambiad el discurso ese del colesterol malo. Ahora decid que el colesterol del huevo es… eh… ¡bueno! Sí, como el HDL, pero en plan ninja que ataca al LDL. Y de paso, recordad que el colesterol es esencial para producir hormonas, vitamina D y hasta para que el cerebro no se nos convierta en tortilla francesa sin sal».
Porque, claro, nos siguen tomando el pelo un poquito. Siguen diciendo «cuidado con el colesterol» como si fuera radioactivo, cuando en realidad el cuerpo humano fabrica el 80% del colesterol que necesita y el del huevo apenas le hace cosquillas si no te atiborras de bollería industrial. El colesterol es fundamental: sin él no tendrías testosterona (adiós virilidad), estrógenos (hola sofocos eternos) ni membranas celulares (serías como un flan sin cuajar).
En resumen: durante años nos han tenido a dieta de conejo para que consumiéramos menos, y ahora que los huevos son artículo de lujo, ¡venga a darles caña! Es la misma estrategia que con el tabaco: cuando era barato, «fumar mata»; cuando subió a 8 euros el paquete, «bueno, un cigarrito al día relaja».
Así que, amigos, ya sabéis: freíd huevos como si no hubiera un mañana. Dos, tres, doce… ¡la sartén es vuestra! Eso sí, pagad el IVA con una sonrisa, que para eso ahora son «saludables». Y si mañana bajan de precio otra vez, no os extrañéis si vuelven a decir que te provocan infartos. La ciencia, como la política, es cíclica… y siempre huele un poquito a frito interesado.





































