Dicen que hay dos tipos de personas: los que ven el vaso medio lleno y los que ven el vaso medio vacío. Luego está Pedro Sánchez, que no solo ve el vaso rebosante de champán, sino que asegura que estamos todos brindando en un cohete rumbo a la Luna con la economía española. “¡Somos la envidia de Europa!”, proclama desde su atril, con esa sonrisa que parece decir “si lo digo muchas veces, os lo creeréis”. Pero, ay, Pedrito, que los números tienen la fea costumbre de no mentir tanto como los discursos.
Empecemos por el empleo, esa joya de la corona que Sánchez saca a relucir como si fuera el inventor del trabajo. “¡Récord de ocupación!”, grita, mientras en el INE cuentan fijos discontinuos como si fueran obreros del siglo XXI. Pero la realidad es más tozuda que un mulo: el paro no para de subir, especialmente entre los jóvenes, que ya no saben si buscar curro o directamente apuntarse a Supervivientes para ganar algo. España sigue siendo el rey del desempleo juvenil en la UE, y no precisamente porque nos guste el podio. Eso sí, Sánchez lo pinta como si estuviéramos todos en una fiesta de LinkedIn, cuando en verdad estamos más cerca de pedirle el currículum al primo que tiene un bar.
Luego están las empresas y los autónomos, esos valientes que intentan sobrevivir al tsunami de impuestos, burocracia y subidas de costes. Mientras Sánchez presume de que “la economía va como un cohete”, las pymes cierran más rápido que un chiringuito en invierno, y los autónomos se despiden de sus sueños entre lágrimas y facturas sin pagar. “¡Tranquilos, que creamos riqueza!”, dice el presidente, pero parece que la única riqueza que crece es la de Hacienda, que recauda como si no hubiera mañana. El resto, a malvivir o a pedir una ayudita al Estado, que para eso está el gasto público: para maquillar que el cohete tiene más agujeros que un colador.
Y qué decir de la deuda, ese elefante en la habitación que Sánchez ignora como si fuera un mensaje de WhatsApp de un ex. Desde que llegó al poder, la deuda pública ha crecido tanto que ya no sabemos si estamos en 2025 o en una distopía donde debemos dinero hasta a Marte. “¡Crecimiento económico histórico!”, fanfarronea, mientras el déficit se dispara y los intereses nos comen vivos. Si esto es un cohete, debe ser de los que se estrellan en cámara lenta, porque cada mes se suman miles de millones a la cuenta que pagarán nuestros nietos… o los nietos de nuestros nietos, si es que el cohete no explota antes.
Así que aquí estamos, con Sánchez al timón de su nave espacial imaginaria, vendiéndonos un viaje estelar mientras el paro sube, las empresas cierran, los autónomos tiran la toalla y la deuda nos mira con cara de “os vais a enterar”. Quizás el problema no es que el vaso esté medio vacío, sino que el cohete tiene un piloto que confunde el acelerador con el freno. O, peor aún, que nos está llevando directos a un aterrizaje forzoso… pero con una sonrisa y un PowerPoint bien bonito. ¡Sujetaos, que vienen curvas!