España necesita más absentismo laboral, más empleo público y menos empleo privado que genere riqueza. Esa es una evidencia que puede constatar hasta el más despistado de los economistas y hasta el mayor de los liberales. Y aunque la verdadera riqueza la genera el empleo privado, necesitamos mucho más clientelismo dependiente de los partidos y de las instituciones públicas para que, aunque tengamos cada vez menos y no generemos nada, seamos más felices y todos nos beneficiemos de las ventajas que, por ejemplo, sectores como la banca ofrecen en sus préstamos e hipotecas a todo aquel que sea funcionario.
Hoy leemos en varios medios de comunicación que los funcionarios exigen una oferta de empleo «masiva» para reforzar los servicios públicos y que sindicatos como CSIF avisan de que en la próxima década se jubilará el 60% de la plantilla y reclamará la eliminación de la tasa de reposición y que se aceleren los procesos selectivos, «con miles de plazas sin cubrir desde 2020». ¡Qué gran razón tienen!
Lo que no podemos volver es a tiempos como los de Franco en los que España, a pesar de no existir ordenadores ni avances como internet, contaba con 700.000 funcionarios y un gran número de pequeñas y medianas empresas, además de un sector como el de los autónomos pujante y que generaban más riqueza. ¡Trabajar para generar riqueza! ¿Dónde se ha visto eso? Normal que aquello fuera considerado una dictadura y lo de ahora un estado del bienestar.
Que entre los funcionarios cada día falten a su puesto de trabajo 118.000 empleados públicos, un 27% sin baja médica, es lógico porque se han roto los codos estudiando una oposición y una vez la consiguen, deben tener derecho a hacer lo que les de la gana. Lo que todavía seguimos sin entender es que no hayan reducido su jornada laboral a 4 horas y no puedan emplear al menos una para salir a hacer la compra.
¡Más funcionariado y menos iniciativa priva y que viva el vino!