¿Han visto la última bomba informativa que nos ha caído encima como un mazazo de nostalgia ochentera? Según el iluminado medio elEconomista.es (sí, ese que nos trae las noticias financieras con el mismo entusiasmo que un funeral), ahora los jubilados están en racha: «desheredar» a sus hijos se ha convertido en tendencia. ¿El motivo? Quieren «completar su pensión» vendiendo la casa por una hipoteca inversa o cediendo la nuda propiedad a un banco, en vez de dejarles el pisito a los millennials que ya viven en un contenedor de IKEA. ¡Qué horror! ¿Quién necesita herencia cuando puedes tener dignidad en la vejez? Pero tranquilos, que los comentarios en X ya son un circo: «¡Parásitos boomers!», «¡Criminales viejos!», «¡Que les bajen las pensiones y nos suban los sueldos!». Es como si de repente todos fuéramos gladiadores en un Coliseo generacional, y los leones son… ¿los abuelos con bastón?
'Desheredar' a los hijos ya es tendencia entre los jubilados que quieren completar su pensión https://t.co/9CMQ0bQrLE
— elEconomista.es (@elEconomistaes) November 23, 2025
Permítanme que me ría un rato, porque esto es el colmo del sarcasmo cósmico. Imagínense: los gobiernos, esos guardianes supremos del erario público que han gastado fortunas en rescates bancarios, aviones de papel para guerras ajenas y subvenciones a empresas que queman dinero como si fuera leña en una barbacoa fallida, ahora nos pintan a los pensionistas como los villanos de la película. «¡No hay pasta para las pensiones!», gritan desde los despachos ministeriales, mientras se ajustan el corbatín de seda importada. Y los medios, oh, los medios… esos fieles megáfonos del establishment, corren a amplificar el drama: «¡Los viejos egoístas nos dejan sin herencia! ¡Los millennials sin Airbnb propio!». Como si el problema no fuera que el sistema de pensiones se ha convertido en un Ponzi con esteroides, sostenido por cotizaciones de precarios que ganan lo justo para pagar el café con leche desnatada.
Vamos a desgranarlo con el bisturí del cinismo, que para eso estamos. Primero, el numerito del «derroche injustificado». ¿Recuerdan la crisis de 2008? Millones de euros volando por la ventana para salvar a banqueros que jugaban al Monopoly con hipotecas tóxicas. ¿Y qué pasó con las pensiones? Nada, oiga, que el agujero se tapó con parches de deuda pública que ahora nos venden como «herencia maldita». Luego, las guerras culturales: gobiernos de izquierda y derecha alternándose en el poder, prometiendo el oro y el moro, pero gastando en consultorías absurdas (¡diseñar logos para ministerios que duran seis meses!) y en infraestructuras fantasmas que acaban en el cajón del olvido. ¿El resultado? Un sistema donde los jubilados, que cotizaron décadas en fábricas humeantes o despachos sin aire acondicionado, ahora son etiquetados como «miserables egoístas» por querer un retiro que no les obligue a mendigar en el Mercadona. ¡Brindemos por la solidaridad intergeneracional, esa que solo aplica cuando toca votar subidas de IVA!
Y no hablemos de la jugada maestra: el enfrentamiento generacional. Es genial para desviar la atención, ¿verdad? «¡Mira, chaval, tus abuelos te roban el futuro con su pensión de 1.200 euros al mes!». Mientras tanto, los políticos se frotan las manos: divide y vencerás. Los jóvenes, enfadados por contratos basura y alquileres de novela de terror, se ceban con los viejos en las redes. Los viejos, aterrorizados por titulares como el de elEconomista, piensan: «¿Y si vendo la casa y me voy a una residencia con bingo incluido?». ¡Todos perdemos, pero hey, al menos generamos clics y likes! Es como una telenovela donde el malo no es el guionista (el derroche político), sino el abuelo que no quiere morirse de hambre para dejarle el legado a un hijo que ya vive con él porque no llega al alquiler.
En fin, queridos lectores, si esto es el futuro de la «equidad intergeneracional», apunten mi nombre para el premio al chiste más cruel del año. La próxima vez que lean un artículo culpando a los pensionistas de la quiebra nacional, pregúntense: ¿dónde está el dinero? No en las arcas de los jubilados, desde luego. Está en los yates de los que prometieron pensiones eternas mientras firmaban cheques en blanco para sus amiguetes. Así que, abuelos: deshereden si quieren, cómprenos un café con el sobrante. Y a los gobiernos: dejen de lloriquear y empiecen a recortar en lo que duele, como vuestros egos inflados. ¿O es que la verdadera herencia que nos dejan es esta farsa de odios fabricados? ¡Salud, y que viva la pensión… la que sea!






































