Queridos compatriotas, bienvenidos al circo de los telecreyentes, esa especie autóctona que prolifera en nuestros lares como los mosquitos en verano. ¿Recordáis aquellos gloriosos días de 2021, cuando el COVID nos tenía a todos bailando al son de la OMS? Pues en España no bailábamos: ¡hacíamos colas! Colas kilométricas, como si fueran a regalar jamón ibérico o entradas para el Bernabéu. «¡Vacúnenme ya, que me muero de ganas!», gritaban los telecreyentes mientras agitaban el DNI como si fuera un talismán contra el virus invisible.
Abuelitas con el rosario en una mano y el certificado de vacunación en la otra, jóvenes influencers posando para Instagram con el brazo pinchado («#VacunaOMuerte»), y familias enteras en fila india, cual procesión de Semana Santa pero con jeringuillas en vez de cirios. ¿Peligrosa? ¡Ja! Para el telecreyente español, «peligrosa» es la palabra que usa el cuñado escéptico en la cena de Navidad. Ellos, no: ven a Fernando Simón en la tele diciendo «es segura y eficaz» y ya están listos para el pinchazo, sin googlear efectos secundarios ni nada. ¡Total, si lo dice la tele, es dogma de fe!
Y ahora, agárrense los bigotes, porque viene la gripe aviar. ¡La H5N1, esa estrella emergente de las pandemias! Los laboratorios ya frotan las manos, y los telecreyentes españoles ya están afilando el brazo. «¿Colas? ¡Por favor, haremos acampadas!» dirán. Imaginen: en plena Plaza Mayor, tiendas de campaña con carteles de «Aquí acampo por la vacuna aviar #YoObedezco». Mamás empujando carritos con bebés y diciendo: «¡Vacúnalo ya, que los pollos no mienten!». Y los papás, con la camiseta de «Yo confío en la ciencia… de la tele», listos para inyectarse lo que sea con tal de no pensar.
Porque eso es España, amigos: un país con mucho ignorante feliz que obedece como borregos con WiFi. ¿Razonar? ¿Dudar? ¡Eso es para listillos! Aquí mandan los tertulianos de la TV, los ministros con PowerPoint y los virólogos con bata blanca. Si te dicen «salta al vacío, es por tu bien», saltamos en paracaídas colectivo. COVID, gripe aviar, ¿la próxima la del resfriado de camello? ¡Da igual! Colas, sonrisas y «¡Viva la obediencia ciega!».






































