En España, viajar en tren es una experiencia que combina el suspense de una película de Hitchcock, la paciencia de un monje tibetano y la incertidumbre de un sorteo de lotería. Los trenes de Renfe, esos nobles corceles de acero que prometen llevarte de Madrid a Barcelona en un suspiro, a menudo terminan siendo más lentos que un caracol en una resaca. Retrasos de horas, averías misteriosas, vagones que parecen saunas portátiles en verano y sistemas de aire acondicionado que funcionan con la misma fiabilidad que una promesa electoral. Pero, ¿quién podría salvarnos de este caos ferroviario? ¿Quién podría poner orden en las vías? ¡El ministro de Transportes, Óscar Puente, por supuesto! Si tan solo no estuviera tan ocupado… tuiteando.
Sí, amigos, mientras los viajeros se apilan en estaciones como sardinas en lata, esperando un tren que puede o no aparecer, Óscar Puente está librando una batalla mucho más importante: la guerra de los 280 caracteres. Su cuenta de X es un hervidero de actividad, un torrente de réplicas ingeniosas, pullas a la oposición y, de vez en cuando, alguna foto de un puente (¿lo pilláis?). Porque, claro, ¿quién necesita arreglar el sistema ferroviario cuando puedes ganar un debate en internet? Prioridades, señores.
Imagina la escena: un tren AVE descarrila porque alguien olvidó apretar un tornillo (o porque las vías están más desgastadas que un chiste de Arévalo). Los pasajeros, atrapados en medio de la nada, miran sus relojes mientras el calor derrite sus esperanzas. ¿Y qué hace el ministro? Está en su despacho, móvil en mano, redactando un tuit épico para responder a un diputado que le ha llamado “incompetente”. “¡Toma, zasca!”, murmura mientras pulsa “enviar”. El tuit se hace viral, pero el tren sigue parado. Y los pasajeros, bueno, ellos que se compren un abanico.
No es que Óscar Puente no quiera solucionar los problemas de Renfe. Es que, simplemente, no tiene tiempo. Entre contestar a los haters, defender la gestión del Gobierno y lanzar indirectas a Ayuso, el día se le queda corto. ¿Arreglar el sistema de señalización que falla más que un estudiante en un examen sorpresa? ¿Invertir en trenes que no se averíen cada dos por tres? ¿Mejorar la puntualidad para que no parezca que los horarios son meras sugerencias? Eso son minucias comparadas con el arte de ganar un hilo en X. Porque, seamos sinceros, un tren puede esperar, pero un buen zasca no.
Y luego están los usuarios, esos valientes que aún confían en Renfe para llegar a tiempo a sus citas. Cada día, se enfrentan a una aventura digna de Indiana Jones: ¿llegará el tren? ¿Se cancelará sin avisar? ¿Tendré que compartir asiento con un señor que lleva un bocadillo de chorizo? Mientras tanto, en las redes, Óscar Puente retuitea memes y se ríe de los que le critican. “Que se quejan de los trenes, dicen. ¡Pues que vayan en bici!”, parece pensar mientras planea su próximo tuit.
En fin, queridos lectores, la próxima vez que estéis atrapados en un andén, mirando al horizonte en busca de un tren que nunca llega, recordad: no culpéis a Óscar Puente. Él está ocupado defendiendo su honor digital, una tarea mucho más noble que garantizar que los trenes funcionen. Y si el retraso os desespera, abrid X y buscad su perfil. Al menos, os echaréis unas risas con sus últimos tuits. Eso sí, llevad agua y un bocata, porque el tren… el tren puede tardar.