¡Qué tiempos tan curiosos nos ha tocado vivir! El Papa Francisco, que nos dejó el 21 de abril a sus 88 años, se ha convertido en el protagonista de un culebrón que ni Netflix se atrevería a producir: ateos, izquierdistas y modernos de todo pelaje lo alaban como si fuera el mismísimo mesías del progresismo, mientras que los católicos más devotos lo señalan como el «anticristo con sotana». Y lo más gracioso de todo: ¡ni siquiera los ateos que lo adoran se han convertido al catolicismo! Vamos a desgranar esta tragicomedia con un poco de humor y mucha ironía.
Empecemos por Jordi Évole, el periodista que parece haber encontrado en Francisco a su nuevo mejor amigo espiritual, aunque sin pasarse de la raya, claro. Évole, que no es precisamente conocido por rezar el rosario, tuvo la oportunidad de entrevistar al Papa en dos ocasiones: una en 2019 para Salvados y otra durante la pandemia por videoconferencia para Lo de Évole. En su artículo publicado en La Vanguardia el mismo día del fallecimiento del Papa, Évole recuerda con nostalgia las palabras de Francisco sobre la soledad, las nuevas tecnologías y sus crisis de fe resueltas «por la gracia de Dios». «¡Qué hombre tan profundo!», parece decir Jordi, mientras se toma un café en un bar de Barcelona sin intención alguna de pisar una iglesia.
Gracias Papa pic.twitter.com/alcO5yn7Tn
— Jordi Évole (@jordievole) April 21, 2025
Pero Évole no está solo en esta fiebre papal. Miembros del gobierno español y partidos de izquierda, como Podemos o el PSOE, también han salido a ensalzar al «Papa del pueblo». «Francisco era un símbolo de inclusión, de lucha contra la desigualdad y de amor al prójimo», tuiteó un conocido político de izquierda que, curiosamente, lleva años defendiendo leyes que la Iglesia considera contrarias a su doctrina. ¡Qué bonito todo! Pero, oye, si tan maravilloso era este Papa, ¿por qué no os habéis apuntado a catequesis? ¿O es que el amor al prójimo solo aplica cuando no hay que madrugar un domingo para ir a misa?
Mientras tanto, en el otro lado del ring, los católicos más tradicionales están encendiendo velas… pero no para rezar por el alma de Francisco, sino para que el próximo Papa «limpie la casa». Según un artículo de CBS News publicado el 22 de abril de 2025, los católicos conservadores, especialmente en Estados Unidos, fueron los mayores críticos de Francisco. ¿La razón? Su «lenidad» en temas como el matrimonio, la familia y la sexualidad. El famoso «¿Quién soy yo para juzgar?» de 2013, cuando habló de los sacerdotes homosexuales, fue para ellos como si el Papa hubiera colgado una bandera arcoíris en el Vaticano.
Y no hablemos de Amoris Laetitia, el documento que permitió a los divorciados vueltos a casar comulgar en ciertos casos. Para los conservadores, esto fue un sacrilegio que hizo temblar los cimientos de la Iglesia. El libro The Political Pope de George Neumayr, citado en Amazon, lo pone aún más claro: Francisco «aprobó el adulterio, coqueteó con bendecir matrimonios homosexuales, dijo a los ateos que no se convirtieran y apoyó un Europa secularizada». Vamos, que para los católicos más ortodoxos, Francisco era más un activista de Podemos que un vicario de Cristo.
Aquí viene lo más divertido de todo: si Francisco era tan maravilloso, tan inclusivo y tan «guay», ¿por qué no convenció a sus fans ateos de unirse al rebaño? Jordi Évole sigue siendo tan ateo como siempre, y los políticos de izquierda que lo alaban no han puesto un pie en una iglesia ni para hacerse una selfie. Según un artículo de NPR de 2013, Francisco dijo que «incluso los ateos pueden ser redimidos», algo que generó titulares como «¡Los ateos pueden ir al cielo!». Pero el Vaticano tuvo que salir a aclarar que no, que eso no era exactamente así. Aun así, Francisco insistió en que los ateos podían ser «aliados preciosos» para la paz y la protección de la creación. ¡Qué bonito! Pero, Papa, ¿de qué sirve ser un aliado si no te unes al equipo?
Imagina la escena: Francisco, desde el cielo, mirando a Évole y compañía y diciendo: «¡Chicos, os lo puse fácil! Hablé de ecología, de los pobres, de no juzgar… ¿y ni siquiera un padrenuestro de agradecimiento?». Mientras tanto, los católicos conservadores le responden: «¡Por eso mismo, Francisco! ¡Nos confundiste a todos! ¿Dónde quedó la doctrina?»
El legado de Francisco es, sin duda, una comedia de enredos. Por un lado, los ateos y progresistas lo adoran como si fuera un influencer de la justicia social, pero sin seguir su «contenido» religioso. Por otro, los católicos más devotos lo ven como el peor Papa de la historia, acusándolo de diluir la fe y de «jugar a la política» con temas como el cambio climático y las fronteras abiertas.